Cuando tenía 16 años cayó en mis manos el libro de Victor Frankl «El hombre en busca del sentido».

Estas frases me cambiaron completamente mi forma de ver la vida:

«Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir ha de aceptar dicho sufrimiento, pues esa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie puede redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga».

Dudo que haya ningún médico que pueda contestar ésta pregunta en términos generales, ya que el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de una hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en términos generales, si no el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado.

Plantear la cuestión en términos generales puede equipararse a la pregunta que se le hizo a un campeón de ajedrez: “Dígame, maestro, ¿cuál es la mejor jugada que puede hacerse?”. Lo que ocurre es, sencillamente, que no hay nada que sea la mejor jugada o una buena jugada, si se la considera fuera de la situación especial del juego y de la peculiar personalidad del oponente. No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene en ella su propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. Por tanto, ni puede ser reemplazado en la función, ni su vida puede repetirse; su tarea es única, como única es su oportunidad para instrumentarla.

Como quiera que toda situación vital representa un reto para el hombre y le plantea un problema que sólo él debe resolver, la cuestión del significado de la vida puede en realidad invertirse. En última instancia, el hombre no debería inquirir cuál es el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien se inquiere. En una palabra, a cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable puede contestar a la vida.

Por eso, la Logoterapia considera que «la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable


Bibliografía recomendada:
Frankl, Víctor E.,  EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO.
Herder, Barcelona, 1995. Texto I: Págs. 78-79; Texto II: Págs. 107-108