Imagínate la siguiente divertida escena: que un día tomando un café un amigo tuyo -llamémosle Juan- te comentara que le encantaría aprender artes marciales y algún día convertirse en cinturón negro de kárate. Probablemente le responderías algo así como:

-“Ah, muy interesante Juan, me parece muy bien que quieras convertirte en karateka. Entonces, ¿a qué gimnasio te vas a apuntar? ¿dónde vas a empezar las clases de kárate?

Sin embargo, para tu asombro, atónito escuchas esta respuesta:

– “No, no, trabajo mucho y no tengo tiempo para ir a ningún gimnasio. Pero he decidido empezar por ver todas las películas de Karate Kid, Bruce Lee y Jackie Chan. También he comprado libros de artes marciales, DVDs, y hasta un curso online a distancia”.

Y tú, con una sonrisilla -en plan “estás de broma”-, le volverías a preguntar:

– Pero Juan, ¿de qué vas? A ver, explícame cómo vas a aprender kárate viendo películas y leyendo libros sin practicar y sin un profesor que te entrene. Yo no conozco a ningún karateca hecho a sí mismo por correspondencia…

Y si resultara que sí, que a tu amigo Juan se hubiera ido la olla y siguiera con su sueño irreal de convertirse en un karateka tan sólo viendo vídeos o leyendo libros y sin practicar nada, le dirías que puede hacer lo que le de la gana, pero que  cuando fuera por la calle por favor evitara ir de chulito karateka, porque con las “artes marciales” que iba a aprender desde el sillón de su casa lo único que conseguiría es que acabaran dándole una paliza.

Este ejemplo resulta absurdo. Resulta obvio que no es posible aprender artes marciales, o bailar salsa, o jugar al fútbol, o aprender a pilotar aviones, o correr maratones sin antes realizar un buen entrenamiento. Sin embargo, para otras áreas de la vida no vemos con tanta claridad este principio: para lograr una habilidad es necesario conocer la técnica correcta y practicar intensamente.

LA HABILIDAD DE HABLAR EN PÚBLICO

Pongamos el ejemplo de aprender oratoria. A menudo tengo alumnos que me dicen que les gusta mi puesta en escena y me preguntan cómo podrían aprender ellos a hablar en público. Yo les respondo que claro que pueden llegar a ser buenos oradores si se entrenan intensamente: por ejemplo, haciendo algún curso de oratoria, un taller de teatro, contratar un mentor, profesor o coach personal, y sobre todo, practicar mucho, mucho, mucho.

Cuando vemos a un ponente hablar con seguridad y elegancia ante un auditorio, lo primero que solemos pensar es que tiene un don natural, que ha nacido para la oratoria, que lo lleva en su ADN, que las palabras le salen solas y… que triste e injustamente los demás seres humanos no hemos nacido con esas capacidades…

Pues lo mismo pensaba cuando tenía 20 años: que yo no estaba hecho para la oratoria. En el colegio me siempre me volvía muy  tímido cuando me sacaban a hablar delante de la clase. Años más tarde, en la Universidad seguía poniéndome colorado y nervioso cuando estaba rodeado de personas que estuvieran escuchándome.

Además, de niño contaba con algunos problemas lingüísticos que me impedían comunicarme bien: como no sabía pronunciar bien las palabras mis padres me llevaron al logopeda. También tengo un problema en la mandíbula que me impide abrir bien la boca para poder vocalizar. Y hasta hace pocos años me costaba crear oraciones largas y no podía terminar las frases….

En realidad, en mi colegio nunca fui famoso por mis dotes de oratoria… y sólo empecé a mejorar cuando me decidí a lanzarme al ruedo para quitarme el miedo escénico de una vez por todas.

LAS CLAVES DEL TALENTO

¿Cómo se crea el talento? ¿Cómo se desarrollan las habilidades?

Hay un libro magnífico sobre neurociencia de Dan Coyle titulado así: “Las claves del talento”. Es un libro extraordinario que te recomiendo leer porque es un estudio magnífico sobre cómo el cerebro aprende una habilidad y cómo lograron alcanzar su maestría la grandes deportistas, artistas, músicos, escritores, empresarios y gente de éxito en general.

Básicamente, Dan Coyle explica que los estudios científicos están demostrando que la habilidad se consigue cuando el cerebro logra crear un circuito neurológico muy sólido y además envuelto en mielina. La mielina es una sustancia que envuelve las fibras nerviosas -las aísla-, y su función principal es la de aumentar la velocidad de transmisión del impulso nervioso.

Si los circuitos mentales fueran cables eléctricos, la mielina sería la goma que envuelve y aísla los cables para evitar la pérdida de energía eléctrica.

Parece ser que los estudios han comprobado que las personas con una mayor habilidad para las matemáticas, la música, el deporte, los idiomas o el arte tienen mayor mielina (sustancia blanca) en las áreas de sus cerebros correspondientes a dicha habilidad: área motora, auditiva, visual, lógica, creativa, etc.

Podríamos decir que mielina es la banda ancha del cerebro, es fibra óptica que aumenta la velocidad  y la potencia de transmisión de información por los circuitos mentales.

¿Y cómo se mielinizan los circuitos? con la práctica intensa y la técnica correcta, además de tener una gran motivación para estar concentrado en la habilidad que se quiere desarrollar. Cuanto más practiques una habilidad, más mielina producirá tu cerebro para reforzarla. Y cuanta más mielina tengas, más habilidad adquirirás.

1ª CLAVE: PRACTICAR INTENSAMENTE

La habilidad se consigue al tener los circuitos neuronales bien milinizados (aislados y fortalecidos) mediante la práctica intensa.

Cuando empiezas a practicar una habilidad específica -como por ejemplo aprender a andar en bicicleta-, los circuitos neuronales de esa habilidad empiezan a activarse. Los oligondrecitos (unas células que rodean las fibras neuronales) al recibir estímulo del impulso nervioso automáticamente empiezan a producir mielina y a envolver con ella las fibras nerviosas. La mielina es una envoltura que aísla el circuito, lo protege y aumenta la velocidad de los impulsos nerviosos. Así pues, cuanto más practicas andar en bicicleta, poco a poco tus fibras nerviosas empiezan a crear un circuito y a mielinizarlo para fortalecerlo.

Y este es el motivo por el cual Rafael Nadal es uno de los mejores tenistas del mundo, o Kasparov ha sido imbatible en el ajedrez, o por qué Messi o Cristiano Ronaldo son grandes goleadores, o por qué Ferrán Adriá es un cocinero tan famoso por su restaurante El Bulli: porque sus cerebros han creado habilidades a través del desarrollo de circuitos neuronales muy sólidos y que funcionan muy rápido gracias a estar muy mielinizados por la experiencia conseguida gracias a largos años de práctica intensa.

Así pues, no hay fórmulas mágicas, está comprobado que el talento es una habilidad que se desarrolla con la práctica constante. Los grandes genios, artistas, científicos, empresarios u oradores no lo hubieran sido si no hubieran dedicado miles de horas a practicar y desarrollar sus capacidades. Los genios no nacen, ¡se hacen!

Y mi caso da fe de ello: hace unos años yo era un pésimo orador y me daba pánico hablar en público, jamás pensé que algún día podría llegar a disfrutar tanto hablar delante de los auditorios.

Pero he tenido que pagar el precio. No hay fórmulas mágicas. Transformar el miedo escénico en placer escénico ha sido una cuestión de dar muchas conferencias, cursos y talleres, de lanzarme a exponerme y hablar en público en cualquier ocasión que se me presentase -incluso estando muerto de miedo-.

LA REGLA DE LAS 10.000 HORAS DE PRÁCTICA

Los investigadores Anders Ericsson, Herbert Simon y Bill Chase, entre otros, apoyaron la valided de la famosa «regla de los 10 años de práctica” que data de 1899, también conocida como “las 10.000 horas de práctica”. Este descubrimiento demuestra que la habilidad a nivel mundial de cualquier campo (tocar un instrumento musical, las matemáticas, la pintura, etc.) requiere aproximadamente una década de práctica intensa. Incluso los grandes violinistas o los maestros de ajedrez que empezaron jóvenes tuvieron que practicar con ahínco durante 9 o 10 años antes de participar en campeonatos internacionales. (Si empezaron a practicar con 7 años, a los 17 o 18 años ya estaban tocando en importantes filarmónicas o participando en grandes torneos).

Así pues, la primera clave del talento es la práctica intensa. Si quieres ser bueno en algo, el único secreto es: práctica, práctica y práctica.

Más o menos, son necesarias unas 19 horas de práctica a la semana para desarrollar una habilidad con gran genialidad.

¿Quieres convertirte en escritor? Pues ponte a escribir 2 horas al día entre semana y échale otras 4 o 5 horas el sábado y domingo.

¿Quieres convertirte en artista, jugador de tenis, músico o experto en marketing online? pues coge la agenda y analiza dónde vas a tener hueco para meter esas 19 horas.

LAS PRIMERAS 1.000 HORAS DE EXPERIENCIA

Que sean necesarios entre 8 y 10 años para alcanzar la maestría no significa que necesites pasar la línea de meta de esas 10.000 horas de práctica para poder ser suficientemente bueno en aquello que deseas proponerte conseguir. De hecho, yo creo que a partir de las primeras 1.000 horas de práctica ya se empieza a ser bastante bueno en la habilidad que se quiere conseguir.

Y creo que tener clara esta idea : si quieres aprender una nueva habilidad como hablar en público, aprender a pintar, tocar la guitarra, hablar inglés, cantar, cocinar, fotografía, jardinería… o aprender una nueva profesión como vendedor, inversor en bolsa, terapeuta, psicólogo, coach, necesitas conseguir lo más rápido posible estas 1.000 primeras horas de práctica.  Porque es en estas 1.000 primeras horas de práctica donde se adquiere el 80% de los conocimientos y habilidades necesarios para ser “bueno” en aquello que te propones mejorar. La excelencia es el 20% restante. Y para llegar a ser excelente, un verdadero maestro, necesitas otras 9.000 horas más. En total, unos 10 años de experiencia.

Hasta las primeras 1.000 horas, el desarrollo de la habilidad tiene un crecimiento exponencial (por ejemplo, si te pones a aprender a bailar salsa, jugar al tenis o al pádel, durante los dos primeros años de aprendizaje darás un cambio enorme, pasando de ser un novato a un bailarín o jugador competente). Pero a partir de las primeras 1.000 horas, los incrementos marginales de habilidad son menores (A partir del 3er  año de práctica, la mejora deja de ser tan rápida y visible, se ralentiza el proceso y los cambios son más sutiles).

cambios marginales

Cuando leí sobre esta teoría de las 10.000 horas de práctica pensé sobre mi carrera laboral en el mundo de la psicología ejerciendo como coach personal (orientador de vida), profesor de Universidad y consultor de empresas, y me dije a mi mismo: ¡Tengo que llegar a conseguir esas 10.000 horas de experiencia! Si tengo 25 años, más o menos con 35 años tendría que alcanzarlo sumando las horas de consultas individuales, las conferencias y las clases.

Así pues, desde el año 2009 me propuse dar una conferencia todas las semanas. Y empecé a dar charlas y talleres en todas partes, allá donde me quisieran escuchar: bibliotecas, centros culturales, universidades, colegios, clubes… Y aunque he de reconocer que al principio fui pésimo como orador (y hubo algún momento en que hasta di vergüenza ajena), con la práctica poco a poco fui aprendiendo de los errores y mejorando mis ponencias.

2ª CLAVE: LA MOTIVACIÓN 

La neurociencia ha demostrado que la única manera de aprender algo ó adquirir una habilidad es teniendo una enorme motivación por conseguirlo.

¡SI ÉL HA PODIDO, YO PUEDO!

Muchos grandes artistas, deportistas o empresarios tuvieron un momento de ignición, un momento donde prendió la llama la su pasión por lograr algo. Y lo curioso es que generalmente surge esa motivación al ver a otras personas conseguir éxitos y desear emular sus logros. De ahí que las llamadas «neuronas espejo” tengan una enorme importancia en este proceso de emular el éxito ajeno y automotivarse para ello.

En relación a la oratoria, mi historia de motivación fue ciertamente así. Un día que estaba curioseando la antigua biblioteca de la casa de mis abuelos encontré un libro de los años 40 de un famoso escritor americano que contaba una historia que me llamó mucho la atención: que de joven había sido tímido y un comunicador mediocre. Sin embargo, se graduó como maestro y las circunstancias de su vida le obligaron a hacerse vendedor de cursos por correspondencia. Con el paso de los años y con la práctica, sus habilidades de comunicación empezaron a mejorar mucho, tanto que acabó convirtiéndose en uno de los escritores y oradores más famosos de Estados Unidos por sus cursos de autoayuda y oratoria: estoy hablando de Dale Carnegie, el autor americano del famoso libro “Cómo hacer amigos e influir en las personas” y de sus prestigiosos cursos de oratoria en Nueva York.

La verdad que esta lectura me inspiró enormemente. Y pensé: ¡si él pudo superar el miedo escénico, yo puedo! De repente impactó en mi cabeza la imagen de convertirme en profesor, y desde ese momento empezó a arder en mi corazón el deseo de hablar en público con mi propio estilo, y de ahí surgió la energía que me empujó para empezar a formarme, a leer sobre técnicas pedagógicas (como las utilizadas en las conferencias TED), y hacer todo tipo de cursos de oratoria y técnicas de teatro.

3º CLAVE: LA TÉCNICA

Pero la práctica y la motivación se quedan cojas sin la técnica correcta.

Todas las artes y las ciencias tienen su técnica. Cualquier habilidad que se quiera adquirir es necesario aprender la metodología correcta. Si quieres convertirte en músico, tienes que aprender la técnica musical, las notas, los instrumentos, la vocalización, etc.

Puedes estar muy apasionado por aprender a hacer algo, pero si practicas sin la técnica adecuada es posible que no llegues muy lejos.

Teniendo esta clave en mente, en su día me propuse buscar a buenos profesores de oratoria que me ayudaran a superar este miedo escénico.

Uno de mis profesores fue el antes actor y ahora político Toni Cantó, otro fue el antes actor y ahora profesor Harold Zúñiga, también el profesor de oratoria Ángel Lafuente Zorrilla y profesor de filosofía S. Alfonso Carrión, el emprendedor Jose Pedro García, también el consultor Miguel Ángel Romero, y la más importante de todas, la periodista y ahora terapeuta y coach Hada García Cock.

Toni me enseñó a estar presente en el escenario y dejar de estar centrado en mi “cabezota”, dejar de estar en mi mente y pensamientos y meterme en la experiencia, en el sentimiento. Harold me enseñó técnicas para mejorar mi dicción, porque antes balbuceaba y él me ayudó a vocalizar un poco mejor. De Ángel aprendí su energía en la puesta en público y la pasión con la que transmite sus ideas. De Carrión aprendí su interesante estilo de enseñanza -filosófico pero práctico y bien estructurado-. Josepe me enseñó a generar entusiasmo en las salas de formación. Miguel Ángel Romero me dio buenas claves para dar cursos en empresas y cómo hacer dinámicas experienciales. Y Hada me reforzó mi autoconfianza, apoyándome a ser natural, espontáneo y a encontrar mi propio estilo de oratoria.

Tal y como popularizó la película «El discurso del Rey», la historia del Rey Jorge VI de Inglaterra fue un ejemplo de cómo un experto en oratoria, el logopeda Lionel Logue, le ayudó a entrenarse en la técnica vocal correcta, de manera que pasó de sufrir una tartamudez paralizante a dar discursos que llegaron a inspirar a todo un país.

Los oradores no nacen… se hacen. Yo no aprendí solo, tuve muchos profesores y «coach» personales que me ayudaron a superar mis bloqueos y a desarrollar mi propio estilo.

CONCLUSIÓN

No hay atajos para el éxito. Pero sí hay principios en la naturaleza del aprendizaje humano que nos ayudan a avanzar más rápida y eficazmente en la adquisición de habilidades. Si quieres aprender algo, cualquier cosa, lo primero que necesitas es motivación: que arda dentro de ti el deseo de mejorar esa habilidad; lo segundo, busca un buen profesor, aprende la metodología necesaria; y tercero, ¡ponte a practicar!

Como dicen los neurocientíficos: «La habilidad es un aislamiento que envuelve los circuitos neuronales, empieza a desarrollarse a partir una serie de estímulos y mejora mediante la práctica intensa»

Bibliografía recomendada:
Las claves del talento, Dan Coyle