Está claro. La autenticidad es la diferencia que marca la diferencia.

La diferencia entre un comunicador “extraordinario» y un comunicador «limitado» es que el primero suele ser bastante auténtico y el segundo suele ser un poco forzado o artificial.

Los comunicadores auténticos hablan con naturalidad, se sienten a gusto hablando delante de cualquier público y se permiten ser ellos mismos. Por este motivo, cuando les vemos hablar nos fascinan tanto y nos decimos: – ¿Y cómo logra ser tan natural al hablar? ¡Pero qué bien se siente delante del público! ¡Qué buena puesta en escena tiene!

La comunicación mágica es la comunicación auténtica

Pero la cuestión que nos interesa es:
¿Los comunicadores “auténticos” nacen o se hacen?

Buenas noticas: ¡Se hacen!

Sí, aprender a hablar con naturalidad, autenticidad, sin miedo y con valentía es una habilidad que se mejora con la práctica.

Esto es como aprender a bailar. Cuando vemos a los bailarines profesionales en la televisión nos dejan asombrados con su aparente “naturalidad”, “autenticidad” y “facilidad” para el baile. Sin embargo, todos somos conscientes de que detrás de esa gran habilidad ha habido un gran entrenamiento para que cada paso, cada pirueta y cada movimiento se realice con total soltura.

Pues la comunicación, la asertividad, la oratoria es exactamente igual que aprender a bailar. El problema es que a muchos de nosotros no nos han enseñado a habilidades de comunicación en el colegio cuando éramos niños.

La autenticidad es una habilidad de carácter que se puede desarrollar

Yo nunca tuve la asignatura de “comunicación eficaz, oratoria, influencia y habilidades sociales”, así pues, si eres como yo, no nos ha quedado otra opción que ser autodidactas.

Cuando doy cursos de Inteligencia Comunicativa, Habilidades Sociales u Oratoria, siempre hay algún alumno que, con amabilidad y respeto, me echa en cara: – «Alberto, tú hablas muy bien porque para ti es muy fácil, sin embargo, para otros no es tan sencillo porque no han nacido con esa habilidad».

Cuando me hacen estos comentarios me sonrío y me siento obligado a hacer una confesión: precisamente uno de mis mayores problemas desde niño han sido mis problemas innatos de comunicación.

De pequeño me llevaron mis padres al logopeda porque tenía un trastorno de la pronunciación: confundía los sonidos al hablar; por ejemplo, decía «elepante» en vez de “elefante”. He tenido también disglosia, debido a un problema de la mandíbula no podía abrir mucho la boca al hablar, por lo tanto, no podía pronunciar correctamente.

Hasta los 20 años también he tenido un poco de tartamudez o disfemia, porque al hablar me quedaba bloqueado y las palabras no me salían. Esto hacía que no pudiera crear largas oraciones al hablar, y cuando me bloqueaba mucho empezaba a soltar frases inconexas, hablando entrecortado como un telégrafo.

Recuerdo que en el colegio pasaba mucha vergüenza cuando en clase tenía que hablar en público o tenía un examen oral, porque me bloqueaba completamente y no podía articular palabras: me entraban todos los miedos, los sudores y me quedaba en shock.

¿Qué hice para resolver este problema? Ponerme a ello. Cuando llegué a la universidad con 18 años me propuse 2 objetivos: el primero era convertirme en un eficaz comunicador, y el segundo era aprender mucho sobre economía y psicología. Y con los años he descubierto que lo único que me sucedía con mi problema de comunicación es que me faltaba entrenamiento.

Con la práctica aparece la autenticidad.

Con la técnica se potencia la autenticidad.

Lo primero que hice al llegar a la universidad fue meterme en un taller de teatro en mi colegio mayor. Y bien, la verdad es que al principio sí me sirvió para soltarme y saber moverme por el escenario, pero no aprendí precisamente a ser “auténtico”. ¿Por qué? Porque en teatro lo que en realidad te enseñan es a «forzar emociones que parezcan auténticas”. Al fin y al cabo, el teatro es saber «hacer papeles”. Y a veces se exceden: “llegar a ser uno mismo se convierte en ser demasiado uno mismo”. Y esto se traduce en ser «demasiado emotivo, demasiado lenguaraz y demasiado vanidoso».

Por este motivo intuyo que algunos artistas que pasan muchos años en el mundo del teatro acaban con desequilibrios emocionales, problemas de identidad y de relación con los demás: han forzado tanto su personalidad con el propósito de ser tan «auténticos» que se han pasado; han querido ser tan especiales y únicos en su vida pública que luego en su vida privada no saben ser normales; se han creado un personaje público tan ideal y fascinante que luego en su vida afectiva real son un desastre.

Lo segundo que hice durante la universidad fue hacer un programa americano de técnicas para mejorar la inteligencia y la comunicación, y después de mucho esfuerzo, práctica y trabajo, la verdad que dio sus frutos: se me quitó el bloqueo a la hora de realizar largas oraciones y argumentos bien estructurados. Poco a poco empecé a hablar con más soltura y las palabras empezaron a fluir. Desde hace 12 años no he dejado de practicar, escribiendo o dando conferencias.

Y lo tercero que he hecho para mejorar la comunicación han sido cursos de técnicas de hablar en público, cursos de Neurolingüística y leer un montón de libros sobre comunicación e influencia.

Pero sobre todo, lo que mejor me ha venido ha sido practicar: hablar en público, dar conferencias, hacer terapia personal y escribir artículos.

La autenticidad llevada al extremo se convierte en artificialidad.

El jueves pasado estuve cenando con mi buen amigo Manuel al que conocí hace dos años en mi consulta, me comentaba el enorme cambio que había dado desde que empezamos el entrenamiento para hablar en público. Estaba entusiasmado porque si hace dos años era incapaz de hablar en público porque se bloqueaba y se moría de miedo, ahora le encanta dar conferencias y charlas de motivación en su empresa. Es más, por su enorme energía y su autenticidad, en dos años y con sólo 30 años es Director General de una empresa con 100 empleados, y él es el encargado de montar eventos semanales para promocionar los servicios de su empresa ante públicos enormes.

¿Y cómo se produjo el milagro? Mi amigo me hizo una llamada de emergencia un jueves por la tarde: al día siguiente tenía que hacer una presentación y no sabía cómo. Estaba muy preocupado porque temía que se bloqueara delante del público. Además, era una presentación crucial para su empresa porque al evento iban a acudir proveedores muy importantes.

Así pues, esa misma noche quedamos a cenar juntos y nos pusimos a practicar en el salón de su casa la presentación que iba a hacer al día siguiente. La verdad que fue un entrenamiento paradójico y un poco extraño, pero al final resultó todo un éxito. Empezó a practicar diferentes técnicas de oratoria para hacer la presentación, pero llegó un punto en que en vez de mejorar, se ponía más nervioso.

Y explotó. Dijo: – «Alberto, estoy harto de tener que hacer todas estas técnicas de hablar en público, porque yo no soy ningún conferenciante profesional. Yo quiero ser yo mismo». A lo cual yo le dije: – «Ok, ¿Y cuál es tu estilo? ¿Cómo te sientes más auténtico?» Inmediatamente respondió: – «A ver, yo soy un chico de barrio de toda la vida. Y mi forma de hablar es espontánea.

Así que quiero hablar de igual manera en público». Y así fue. De repente se transformó, se liberó de las máscaras y los encorsetamientos. Se puso a practicar la ponencia utilizando su lenguaje coloquial, expresándose con naturalidad como siempre solía hacer. Al día siguiente, dejó a su público encantado por la autenticidad con la que había hablado.

La historia de mi amigo es una historia de conectar con la propia esencia. Cuando nos liberamos del miedo a ser naturales, se desata la autenticidad que llevamos dentro.

Con el tiempo, mi amigo ha ido aprendiendo técnicas de oratoria y las ha ido integrando en su autenticidad mejorando día a día su forma de hablar en público. Pero la clave fundamental de su éxito fue liberarse y conectar con su estilo propio. Una vez conectado con su autenticidad ya podía empezar a aprender técnicas de oratoria y comunicación.

Cuando las personas empezamos a comunicarnos con autenticidad empiezan a suceder cosas maravillosas que nunca antes habíamos imaginado que pudieran ocurrir.

El éxito es un 99% de transpiración y un 1% de inspiración (Edison)