«Cuando el alumno está preparado aparece el Maestro» dice el refrán.

Pero lo que no dice el refrán es que a veces esos “maestros”… ¡aparecen de manera inesperada, en los lugares más recónditos y bajo una apariencia impredecible!

Y este verano conocí a uno de esos “maestros” que uno se encuentra por la vida: en pleno camino al desierto de Merzouga -un desierto de dunas del Sahara entre Marruecos y Argelia-, era beréber y se llamaba Hassán.

Hassán llevaba pantalones anchos y un enorme turbante de colores en su cabeza, había nacido en una familia nómada del desierto que rendía un tipo de culto ancestral animista que expresaba sus deseos a los espíritus de la duna…

Pero no, Hassán no era ningún tipo de chamán del desierto :) Hassán era un guía turístico beréber que conducía la furgoneta de la ruta que hice este verano con mi pareja de camino al desierto de Merzouga desde Marrakech, en Marruecos. Hassán era un tipo sencillo, normal, tranquilo, feliz y bonachón. Con una filosofía muy humana y ecuánime de la vida, agnóstica, terrenal y práctica. Con un carácter endurecido por la vida rural de un país en vías de desarrollo, y unos instintos bien programados para saber buscarse la vida. Vamos, que tenía las “gónadas» bien puestas.

Pero antes de continuar la historia de nuestro guía-maestro del desierto, sigamos diseccionando el refrán, “El maestro aparece cuando el alumno está preparado”. Bien, ¿y esto qué significa?, ¿cuándo «el alumno» está «preparado»? pues cuando está buscando. Una persona está preparada para aprender cuando está con la mente abierta, cuando tiene una enorme curiosidad, cuando desea fervientemente descubrir eso que busca: por ejemplo, conocerse a si mismo.

Un  “alumno” está preparado para crecer, mejorarse y cambiar cuando en su fuero interno se enciende la llama de la curiosidad por conocerse, iluminando a su alrededor nuevos caminos que antes ignoraba que existían.
Y estos caminos para el cambio están muy bien señalizados por el Eneagrama. Las líneas del Eneagrama indican los caminos que tienen que seguir cada uno de los 9 tipos de personalidad para cambiar, cogiendo las características positivas de los tipos con los que está conectado.

En mi caso, por ejemplo, según el Eneagrama mi personalidad es de tipo «6 social”. El 6 es la persona que busca la seguridad: seguridad en sí mismo, en sus ideas, en su trabajo, en su ambiente social. Cuando los 6 están equilibrados, son personas que tiran hacia delante con confianza, son buenos amigos, serviciales y colaboradores, tienen bastante sentido común y del humor. Sin embargo, cuando se desequilibran, se convierten en personas con muchos miedos, dudas y ansiedades; se vuelven tremendistas y derrotistas, llenos de preocupaciones pueden emparanoiarse con cualquier idea de peligro.

Según el Eneagrama, la personalidad tipo 6 está conectada con la personalidad tipo 9. Esto quiere decir que el camino de desarrollo y cambio de un 6 es aprendiendo de una persona tipo 9, ¡que esté sana y equilibrada, claro está!.

El 9 es la persona que se esfuerza por estar en paz. En su lado positivo, los 9 son personas pacientes, fuertes y sólidas que se crean a su alrededor equilibrio, armonía y bondad. Son personas que saben organizarse la vida de una manera muy sencilla y descomplicada. Saben crear buenos hábitos y no gastan energía innecesariamente. Resuelven los conflictos con aplomo, paciencia, empatía y autocontrol emocional.

Es decir, que si tu eres una persona tipo 6 como yo, tu “Maestro de la vida” sería cualquier persona tipo 9. Pero claro, lo que tendrías que aprender son las características positivas de la forma de ser, de pensar y de vivir de un tipo 9 evolucionado. Lo que no tienes que hacer es coger los aspectos negativos del 9: la parsimonia, el olvido de sí mismo, la ambivalencia… porque entonces, en vez de mejorar, la vas a liar, garantizándote así la frustración existencial.

Aprender de los “maestros” no significa copiarles al 100%. No existe maestro en este mundo que sea perfecto. Yo al menos no he conocido ninguno. De hecho, muchos de los grandes maestros que he conocido son muy brillantes en algunos aspectos pero en otros tienen sus sombras .Así pues, los alumnos inteligentes modelan los talentos de sus maestros y evitan repetir sus errores. Cogen lo positivo que tienen que aprender y toman nota de lo negativo para no caer en ello.

Volvamos a la historia de mi guía-maestro del desierto, Hassán, el conductor de la furgoneta y el guía turístico de la ruta que hicimos por el Atlas al desierto de Merzouga, Hada y yo junto a otras 6 personas. En total, éramos 9 españoles, un simpático enea-grupo ;)

Hassán era un 9, un 9 social, exactamente. Y como antes he comentado, yo soy un 6, un 6 social, exactamente. Hassan tenía 32 años, exactamente. Yo tengo 32, exactamente. Así pues, eneagrámicamente hablando, Hassan puede considerarse un maestro para un tipo 6 como yo: exactamente el ejemplo de vida a seguir en sus características positivas.

Durante los 3 días que duró la travesía hacia el desierto en furgoneta estuve sentado al lado suyo todo el tiempo. Como buenos sociales, nos dio tiempo para hablar largo y tendido sobre la vida y el amor, la sociedad europea y marroquí, bromear sobre el más allá y el más pa acá, cantar canciones y echarnos unas buenas risas. Así pues, nos pudimos conocer bastante bien.

Lo que más me maravilló de Hassan no fue sólo lo que decía – su historia, sus creencias, su forma de ver la vida – sino de cómo nos trató a todo el grupo de europeos, cómo nos protegió y nos cuidó a las 8 personas que viajábamos bajo su responsabilidad.
Viajar por las montañas del Atlas y las carreteras secundarias marroquíes no es un viaje especialmente “seguro y tranquilizador”: las carreteras son estrechas, están llenas de socavones, en las curvas apenas hay guardarrailes de protección, la gente allí conduce de manera alocada y los conductores se saltan olímpicamente el código de circulación.

Vamos, que para un 6 (o cualquier europeito ubanita del tipo que sea) que llegue por primera vez a un país en vías de desarrollo y tenga que conducir por las caóticas carreteras de las zonas rurales, el “acongoje” está asegurado.
Hassán nos recogió al grupo de 8 españolitos a las 08:00h de la mañana en la plaza Yammaa el Fna de Marrakech. Desde el primer momento, como buen 9, Hassán nos transmitió su alegría, calma y buen humor. Nos hizo bromas, en perfecto español, de lo que nos íbamos a encontrar en el viaje al desierto: paisajes maravillosos, caos en las carreteras y una sociedad rural beréber totalmente desconocida para nosotros.

Arrancó la furgoneta y salimos del bonito centro de Marrakech. Atravesar los barrios periféricos de Marrachech impacta enormemente a cualquier europeo que no está acostumbrado a ver pobreza por la calle, casas ruinosas, chabolas, carreteras caóticas, estrechas y mal asfaltadas. Niños pidiendo en cada esquina, perros vagabundos, suciedad por todas partes. Los coches adelantando alocadamente por el medio en vías de sólo dos carriles. La sensación de estar al borde de un accidente era constante. Se notaba tensión entre los españoles que íbamos en la furgoneta. Estábamos impactados de ver el cambio y encontrarnos de lleno con el tercer mundo. ¡Joer a ver qué haríamos si nos quedásemos aquí tirados en medio de este caos!

Para un europeo que nunca ha estado fuera de su Europa segura, bonita y feliz, le cuesta un tiempo adaptarse a la sensación constante de miedo y vulnerabilidad que vive al llegar a un país en desarrollo. Los europeos, al vivir en ciudades seguras y predecibles, tenemos atrofiados nuestros instintos de supervivencia. Por este motivo, al llegar a una zona donde hay pobreza, caos y cierta delincuencia, nos entra una enorme agonía y estrés. De repente se encienden nuestros sistemas de alarma, nos ponemos en tensión ante lo imprevisible, miramos hacia todas las partes, nuestros cerebros están hiperactivos intentando escanear nuestro entorno imaginando potenciales peligros.
Los circuitos neuronales de los europeos no están preparados para vivir con calma y aplomo entre el caos. Todos nosotros notamos mucho ese contraste con la población marroquí. Los niños que nacen en estos países espabilan pronto, desarrollan todos sus sentidos: la vista, el oído y sus movimientos. Saben por dónde ir y por dónde no ir. Viven el presente, están conectados con sus cuerpos en el ahora. Están alerta en todo momento, pero no están en tensión. Esta es la esencia de la virtud del 9 del eneagrama: estar alerta y consciente del entorno, pero con calma y sin estrés.

Y esta es la virtud que nos transmitió Hassán a todo el grupo: él estaba alerta y consciente, pero con calma y humor sereno. Logró tranquilizarnos a todos con su buen humor y su enorme destreza al volante. Conducía rápido, pero con tranquilidad, sorteando con habilidad a los demás conductores alocados, los socavones, los peatones suicidas que se cruzaban en medio de la carretera y hasta los animales -perros, cabras, ovejas y gallinas- que andaban a sus anchas por medio de las carreteras.

Durante todo el camino, Hassán, como buen 9, creó una atmósfera de seguridad, calma y buen humor en el grupo. Hacía bromas con el entorno caótico que se abría a nuestros ojos, y nos daba su visión de aceptación de la realidad. Creo que todos sentimos que Hassán se había convertido en un padre protector, un astuto capitán de barco, un amigo fiel, un guía de confianza, un sólido baluarte sobre el que sentirnos seguros.

Y Hassán, como buen 9, sabía evitar los problemas con la gente conflictiva, enfrentándose a ellos con coraje, aplomo y tranquilidad. Cuando un europeo va por un país en vías de desarrollo, se convierte en un “euro andante” y en un “blanco perfecto” para todo tipo de ventajistas y ladronzuelos. Como en todas partes del mundo, hay gente buena y mala. Y en Marruecos hay mucha gente buena, servicial y maravillosa. Pero los ventajistas van directos a aprovecharse de los turistas, porque tienen dinero. Cuando vas por las calles te paran constantemente gente que va de simpática pero que quiere venderte algo o engañarte de alguna manera para que les acabes dando propinas. Así pues, la sensación que tenemos los europeos es que no te puedes fiar de nadie.

Hassán entendía esta sensación de escepticismo, y nos ayudó a superarla enseñándonos con su ejemplo a negociar y tratar con los ventajistas que nos abordaban constantemente. Por ejemplo, con los policías corruptos marroquíes. Las carreteras del sur de Marruecos están llenas de controles policiales, casi cada 20 ó 30 kilómetros, en cada entrada a un pueblo o cruce de vías. Su imagen de uniformados con metralletas no es nada tranquilizadora, y mucho menos cuando te paran el coche y te ponen cualquier excusa para multarte y sacarte dinero.

Pero Hassán sabía bien cómo tratar con los policías, con calma y buen humor les debatía sus intentos de multarnos para conseguir un soborno. Les decía a la cara que no, que no les iba a dar dinero, que sus papeles estaban en regla y que no estábamos cometiendo ninguna infracción. Cualquier europeo se hubiera acongojado ante la presencia de un gendarme armado hablando en árabe, y hubiera terminado por darle el soborno que pida ante el miedo a las represalias. Pero Hassán, como buen 9, no se acongojaba, ni era víctima del pánico, ni se echaba hacia detrás. Todo lo contrario, debatía con respeto, pero con valentía. Hasta se sonreía delante de los gendarmes ante el ridículo de su obra de teatro inventada para sacarse un sobresueldo a costa de los ingenuos conductores.

Otra de las virtudes de Hassán como tipo 9 era su enorme aguante físico. Podía estar largas horas conduciendo a buen ritmo por carreteras caóticas, pero no parecía cansado porque sabía cómo regular bien su energía y reponer las pilas. Hacíamos paradas cada poco tiempo para descansar y reponer fuerzas. Nos animaba a disfrutar del momento, del aquí y ahora, parándonos en lugares preciosos para deleitarnos con impresionantes vistas: paisajes de montañas, oasis con riachuelos, páramos desérticos.

Y esta es una de las características positivas de los 9 sanos, saben crear buenos hábitos y rutinas en su vida y en el trabajo, que les ayuda a gestionar bien el tiempo, con sencillez, sin prisas pero cumpliendo los objetivos con agilidad. También saben trabajar duro, pero sin ansiedad, disfrutando cada momento. Los 9 son un gran ejemplo de estilo de vida: una vida sencilla, práctica, serena y feliz. Los 9 sanos nos enseñan a vivir el presente, a estar atentos a lo que ahora sucede, sin preocuparnos ansiosamente por el futuro.

Como buen 9, Hassán no se “pre-ocupaba» por el futuro, pero sí se «ocuapa» de prepararse para ello. Era muy diligente con su negocio. Todas las tardes al llegar a los albergues donde parábamos a dormir, de manera diligente hacía las gestiones de su empresa de turismo: cuadraba las cuentas, respondía a las llamadas o emails de otros clientes, etc. También planificaba bien la ruta a seguir, y llamaba a los restaurantes y albergues a los que íbamos a ir para cerciorarse de que estaba todo bajo control.

Otra característica de Hassán, y de los 9 sanos, es que su filosofía de vida es muy sencilla. Cuando hablaba de las relaciones de pareja, su visión era de respeto, de comprensión, de evitar los conflictos empalizando con el otro poniéndose en sus zapatos. Cuando hablaba de disfrutar la vida y el trabajo, lo decía bastante claro: hay que saber cortar. Trabajar cuando hay que trabajar, y disfrutar cuando hay que hacerlo. Y la verdad es que, para vivir en una zona muy pobre del país, a nivel económico él estaba muy bien gracias a la buena gestión de su negocio con el turismo. Y esta fueron las grandes enseñanzas de Hassán, de un tipo 9 evolucionado, del que tanto tenemos que aprender todos, pero en especial las personas tipo 6. Los 6 tienen tendencia a estresarse demasiado, a preocuparse y no ocuparse, a vivir en constante tensión ante el futuro, a violentarse ante las situaciones de peligro, a ser intolerantes ante la ideas que no entienden, a ser escépticos con las personas, a no saber separar el ocio del trabajo, a emparanoiarse con dudas y miedos irreales, a bloquearse ante la indecisión, y, lo peor de todo, a vivir en una constante sensación de ansiedad existencial, sin poder llegar a vivir tranquilos y en paz.

Por estos motivos, un 6 tiene que aprender lo bueno de los 9, e integrarlo en su forma de ver y sentir la vida. Para un 6, vivir tranquilo y disfrutar del momento es toda una transformación.

El 6 tiene que aprender del 9 a gestionar los tiempos de trabajo y de descanso de manera equilibrada. A saber relajarse por las noches para dormir bien y levantarse con energía por la mañana. A saber estar centrado en aquello que se está haciendo sin distracciones. A ser más paciente y no estresarse ante los resultados que tardan en llegar. A relajarse cuando tiene que tomar decisiones. A tomar contacto con su cuerpo, y no estar siempre metido en su mente pensando. A confiar en su intención y lanzarse hacia delante, sin ignorar los peligros pero sin ser víctima del pánico.

Es difícil expresar con palabras la sensación y la comprensión interna que se consigue cuando se tiene delante el ejemplo de maestro o modelo de vida a seguir. Hace falta ver, oír y sentir para poder aprender, para permitirse ser tocado y transformado.

La reflexión final que hice de mi viaje al desierto, es que el desarrollo personal es más auténtico cuando tienes enfrente a un “maestro”, un ejemplo a seguir, un modelo de persona que te muestra exactamente aquello que tú específicamente necesitas para equilibrarte, integrarte y evolucionar.

Y la clave de todo es que el alumno tiene que estar preparado, es decir, tiene que saber exactamente qué tipo de maestros son un modelo a seguir para él. Porque si sabes qué es lo que necesitas aprender, también sabrás cuáles son los estilos de vida que no te convienen según tu tipo de personalidad. Y ser consciente de todo esto evita muchas equivocaciones en la vida, e ilumina un camino sencillo y claro para vivir con mayor equilibrio.

Si estás interesado en viajar a Marrakech y hacer el viaje por el Atlas al desierto de Merzouga, te recomiendo contactar con Yussef, coordinador de Morocco Experiece. Hassán, nuestro guía turístico trabaja con Yussef.

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