La 3ª cabeza el dragón que nos impide cambiar es el autoengaño.

Cuando las cosas no nos van bien en la vida es porque falseamos la realidad.
No queremos ver las cosas tal como son, sino como nos gustaría que fueran.

– ¿Por qué los fumadores siguen fumando, a pesar de “conocer» el peligro del tabaco?
– ¿Por qué los estudiantes postergan el estudio a la víspera del examen, a pesar de «saber” que es peor para ellos?
– ¿Por qué algunos «venden» una imagen tan buena de sí mismos en su vida profesional, a pesar de «saber» que su vida personal es un desastre?
– ¿Por qué algunas personas hablan con tanta arrogancia sobre política, a pesar de «saber» que no han leído un libro de economía en su vida?
– ¿Por qué mantenemos una mala actitud en casa o en el trabajo, a pesar de “saber” que tendríamos que hacer algo por cambiar?
– ¿Por qué muchas personas se endeudan (compran ropa, coches y casas caras), a pesar de “saber” que están viviendo por encima de sus posibilidades?

Cervantes fue un tipo sabio, conocía bien al ser humano.
Supo personificar en la figura del Quijote nuestras paradojas, ironías y autoengaños.

A veces nos equivocamos por exceso de optimismo, otras por exceso de pesimismo. ¿Dónde está el punto medio?
A veces nos creemos mejores de lo que somos, otras veces nos creemos peores. ¿Cuál es la verdad?
A veces nos culpamos por nuestros errores, otras negamos nuestra responsabilidad. ¿Cómo acertar con la realidad?

Para hacernos una idea de hasta dónde puede hacernos daño el autoengaño, vamos a ver 3 tipos de falsedades muy extendidas en nuestra sociedad que nos afectan a nivel mental, emocional y visceral.

1º) Autoengaño mental: el Pensamiento Positivo

Maria Teresa tiene 35 años, es enfermera y se ha quedado en paro. Vive en Burgos y no encuentra trabajo. Le gustaría ir a Madrid pero tampoco puede trasladarse porque tiene un piso hipotecado. Tal y como está la economía, Teresa sabe que si deja su piso, lo vende o lo alquila, le van a pagar menos de lo que le cuesta su hipoteca.

Teresa se encuentra atada de pies y manos. Tiene una casa enorme y preciosa en Burgos, pero también tiene una hipoteca enorme que la mantiene presa como a una pesada bola de acero con una cadena.

Hace 10 años, antes de la crisis inmobiliaria, Teresa se vio rodeada por aquella oleada de euforia social y fiebre colectiva por comprar pisos y endeudarse a destajo. Teresa fue una de las víctimas de la oleada del «pensamiento positivo hipotecario» de España.

Nada más empezar a trabajar con 25 años, movida por esa ilusión de sentirse rica e independiente, decidió comprar un piso enorme y precioso en el centro de la la ciudad.

Sus familiares y amigos, con sus mejores e inconscientes intenciones, le animaban alegremente a lanzarse al patíbulo financiero: – ¡Sí, sí! ¡Compra ese piso hija, que así ya tienes casa para toda la vida! ¡Qué oportunidad tan buena!

10 años después Teresa no tiene trabajo, no puede pagar la hipoteca ni puede trasladarse de ciudad porque no puede vender ni alquilar el piso porque perdería dinero.

Hace 10 años, Teresa podía haber reflexionado con más prudencia, y en vez de comprar impulsivamente una barbaridad de piso, podía haber vivido felizmente en un alquiler barato durante sus años de juventud; y mientras tanto, podría haber ido ahorrando para que, una vez ya con su vida laboral y familiar bien asentada, comprarse un piso con la capacidad de poder hacerlo.

El exceso de optimismo hace tanto daño como el exceso de pesimismo.

En psicología se ha demostrado que el hundimiento de grandes ilusiones conducen a profundos desengaños. Y que cuanto mayores son las expectativas, mayor es la depresión cuando éstas no se realizan.

También se ha comprobado que el pensamiento positivo deprime más todavía a las personas que están pasando por problemas reales. Por ejemplo, si estoy triste y me esfuerzo en pensar en positivo, termino por deprimirme aún más; si tengo miedo del futuro e intento pensar en positivo, me asusto aún más.

El pensamiento positivo sólo funciona cuando las cosas te van bien. Cuando ya has tenido buenos resultados, pensar positivamente te motiva aún más, y aumenta tus capacidades y recursos para seguir esforzándote por lograr más éxitos.

Pero si te va mal, la motivación con argumentos positivos y racionales no te va a funcionar.

Entonces, si el pensamiento positivo no funciona, ¿Qué es lo que funciona?
En el próximo artículo hablaremos de «por qué no funciona el pensamiento positivo y cómo pensar con optimismo estratégico”.

2º) Autoengaño emocional: la Vanidad

“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo.

Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo»
(Abraham Lincoln)

Jorge acaba de cumplir 40 años, le acaban de nombrar Director Comercial de una empresa multinacional con más de 1.000 empleados de Madrid. Gracias a él, la empresa ha aumentado sus ventas en un 15% en plena crisis. Y como reconocimiento a su labor, le han ascendido a Director y le han subido el sueldo un 40%.

Jorge está en la cumbre de su carrera profesional, es justo el momento más exitoso de su vida laboral. Todo el mundo en su empresa le admira por su potente energía, su gran imagen pública, su encanto personal, su eficacia, su enorme capacidad de sacar trabajo adelante, sus impactantes habilidades de motivación y su fascinante oratoria.

Jorge es el modelo ideal de profesional competente, hombre joven que se come el mundo, un mago de los negocios. Sus conocidos le admiran, a todos en su empresa les gustaría ser como Jorge.

Pero Sara, su mujer, no piensa lo mismo. No aguanta más y le acaba de pedir el divorcio. Se va de casa con los dos niños. Dice que está harta de sus mentiras, de su egoísmo, de su adicción al trabajo, y de su superficialidad y de su falta de sentimientos reales. Sara dice que se siente sola y vacía, que ha dejado de vivir su vida para vivir la vida de él. Siente que Jorge solo se preocupa de sí mismo, de su imagen pública, de su éxito social, y de lo que piensen de él fuera de casa.

Sara le echa en cara a Jorge que su vida es una mentira. Es una máscara falsa. De cara hacia fuera su vida parece perfecta, pero dentro de casa ni ella ni sus hijos ninguno tiene una relación significativa con él. Sara dice que lleva casada con él 10 años y no sabe quién realmente es su marido.

Sara es la segunda mujer de Jorge, su primera mujer, Beatriz, le dejó por los mismos motivos: al principio se enamoró locamente de su imagen de hombre encantador, exitoso y perfecto; pero al cabo de unos meses llegó el desengaño. Se dio cuenta de que todo era una falsa apariencia, y que en realidad, Jorge sólo se preocupaba por él mismo. Beatriz le llegó a echar en cara que “Eres como los falsos poetas, afuera hablas maravillas del amor pero luego en tu vida privada no hay quien te aguante”.

Hace unos años, estaba de vacaciones una tarde tomando un café en Piazza Vittorio Emanuele, en Roma, esperando a unos amigos míos italianos, mientras leía el periódico “Corriere della Será”. Leí este artículo de Vittorino Andreoli “La dittatura dell’apparenza” y le tomé esta foto:

La Vanidad en cuadro

Vittorino Andreoli es un psiquiatra y escritor del libro «L’uomo di superficie”
(El hombre de superficie)

andreoliSegún Vittorino, el hombre de superficie no es alguien superficial. Mientras que un hombre superficial es aquella persona que no sabe valorar las cosas de la vida, que está poco atento y es poco crítico, un hombre de superficie es aquella persona que solo está atenta a su propia superficie; es decir, es aquella persona que lo que más le importa es su propia imagen, su preocupación principal es que su imagen pública sea encantadora, atractiva y bella, y a nivel profesional, que su imagen sea de alguien exitoso y eficaz.

El hombre de superficie tiene su referente arquetípico en la personalidad tipo 3 del eneagrama.

(Aunque también se muestran «hombres de superficie» las personalidades emocionales como el 4, “el artista” y el 2 subtipo sexual)

Vittorino está  retratando el tipo de personalidad vanidosa que tiene mucho éxito hoy en día en nuestra sociedad.

¿Y qué es la vanidad? La vanidad consiste en “dar una imagen demasiado bonita, demasiado exitosa, demasiado guay”, es decir, dar una imagen falsa. Pero claro, una persona vanidosa nunca dirá que lo es, dirá en su defensa que su buena intención es «dar su mejor imagen”.

El problema de las personas vanidosas es que para dar una buena imagen embellecen tanto la realidad que la terminan por distorsionar. Dan tanto maquillaje a las cosas que las cambian por completo.

La obsesión con dar una gran imagen publica hace que las personas desfiguren su propia identidad. Llevan tantos años dando la imagen que «vende”, la imagen “bonita” de sí mismos que han llegado al punto de no saber quién realmente son ni qué sienten.

Cuando una persona distorsiona tanto la realidad y manipula los sentimientos que proyectan en los demás, termina por bloquear sus propios sentimientos, y esto les causa graves problemas en su vida íntima y personal.

Probablemente, la vanidad y el individualismo sea el “pecado” más extendido de la sociedad de hoy en día. Estamos en la sociedad del marketing, la imagen pública, la venta rápida. Los valores de contribución, de cooperación y de lealtad están siendo dejados de lado. Y esto es una pena.

3º) Autoengaño visceral: la Arrogancia

El autoengaño visceral se ve claramente en cómo reacciona la gente al volante.

Los conductores viscerales van por la carretera creyendo que tienen razón, que ellos hacen todo bien y que todos los demás conductores son unos inútiles.

Cuando tienen un accidente, explotan. Entran en cólera. Gritan, insultan, dan golpes en el aire. La ira visceral les vuelve arrogantes, ciega su tolerancia.

Cuando una persona es víctima de sus enfados viscerales, es incapaz de ver la realidad de manera diferente: – Yo tengo razón y tu estás equivocado.

La ira visceral cierra la mente y el corazón. Cuando una persona se enfadada se vuelve inconsciente. La ira cierra los circuitos neurológicos de la percepción, y hace que el individuo colérico sólo pueda ver una parte de la realidad.

(Para más información: lee el artículo sobre “La percepción de la realidad”)

El autoengaño visceral es propio de las personas autoritarias, vehementes y arrogantes. Van de expertos por la vida. Tienen mucha fuerza y poder personal. Pero por mucho poder que muestren afuera, no quiere decir que tengan razón.

Adolf Hitler transmitía mucha fuerza y vehemencia visceral al hablar, pero engañó a una nación entera y les llevó a todos los alemanes y austriacos a una guerra sangrienta.

La arrogancia es el espejismo de creerse superior, y como sucede con todos los espejismos, la vida nos devuelve a la realidad.

Llegado a este punto, ¿Qué podemos hacer ante los engaños mentales, emocionales y viscerales?

Las personas sólo cambiamos cuando nos damos cuenta de qué es lo que nos pasa. Sólo cuando tomamos conciencia de nuestros hábitos, podemos cambiarlos.

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«En una época de engaño universal,
decir la verdad es un acto revolucionario»
(George Orwell)