Muchas veces damos consejos con la mejor de nuestras intenciones… y luego nos sorprendemos de que no nos han hecho ni caso.
¿Y esto por qué sucede? ¿Por qué no logramos influir en las personas?
Fundamentalmente por 2 motivos: el primero, porque la persona que nos escucha no siente que seamos una “autoridad” para ella; el segundo, porque no estamos usando la técnica de comunicación adecuada.
En cuanto al primer motivo -la autoridad- viene de nuestro carácter, viene de nuestra integridad como personas o profesionales. La autoridad no se gana del día a la noche, la autoridad se curte con el trabajo y con el tiempo. La autoridad se consigue con la experiencia, con nuestros logros y resultados. Así pues, si todavía no te has ganado la autoridad suficiente para que las personas escuchen tus consejos, mi “consejo” es que empieces por ganarte el derecho a dar esos consejos que tanto te gustan dar
Las 2 claves de la influencia son la autoridad y las técnicas de comunicación
Esto es de sentido común: sólo si has superado un problema que has vivido (como puede ser una experiencia profesional, un conflicto matrimonial, un problema de salud…) estarás en buenas condiciones para saber cómo aconsejar, cuándo aconsejar y cuándo no.
Lo interesante es que las personas con más experiencia, sabiduría y autoridad suelen dar muy pocos consejos… o ninguno :) El silencio muchas veces es un acto de cordura y prudencia.
De hecho, el ejemplo contrario puedes verlo en tu oficina: ¿Te has dado cuenta de que los que más consejos dan son los que más los necesitan para ellos mismos? :) Los más “cotorros y cotorras” se pasan el día diciendo a la gente lo que tienen que hacer, ¡a estos es mejor no hacerles ni caso!
Según el “Manual no escrito del hombre sabio” (¡Y la mujer sabia!), antes de dar un consejo, tómate un tiempo, respira y piénsatelo bien antes de decir nada.
Pero si intrépidamente ya has decidido abrir tu boca (¡Peligro!), aquí tienes 3 neuro-técnicas de comunicación sencillas pero mágicas para lograr que tu consejo traspase los muros de los oídos de tu interlocutor :)
Estas 3 neuro-técnicas se basan en el principio de que, a menos de que tengas mucha autoridad en tu materia, muchas veces es más eficaz decir las cosas de forma indirecta. ¿Por qué? porque cuando decimos las cosas de forma muy directa y lógica, aunque nuestro interlocutor comprenda, puede que no lo sienta. Por ejemplo, a un fumador le puedes dar el lógico y racional consejo de que deje de fumar, pero si el fumador no “siente” que tenga que dejar de fumar, no lo va a hacer.
El sabio consejero se lo piensa dos veces ante de dar ningún consejo.
Aquí te voy a dar 3 formas de influir en las personas de forma indirecta:
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En vez de aconsejar, hacer preguntas
Esta es la técnica de coaching más antigua de la humanidad. Nos la enseñó Sócrates, con su “mayéutica”. La mayéutica proviene de una palabra griega que significa “ayudar a dar a luz”. Las comadronas eran las mujeres encargadas de ayudar a parir a las parturientas. Así pues, la mayéutica socrática consistía en que Sócrates ayudaba a dar a luz a la sabiduría que sus alumnos llevaban dentro.
Así pues, la primera técnica y la fundamental a la hora de ayudar a alguien es hacerle preguntas para que él mismo encuentre la respuesta a sus problemas.
Por ejemplo, si alguien te pregunta por tu opinión, en vez de “aconsejarle”, tú le puedes ayudar a pensar haciéndole preguntas para que él mismo se cuestione y encuentre la sabiduría que lleva dentro.
Puedes hacer este tipo de preguntas abiertas:
- – ¿Qué opciones tienes ante este problema?
- – ¿Qué es lo que quieres específicamente?
- – ¿Cómo has pensado solucionarlo?
- – ¿Qué es lo peor / mejor que te podría suceder?
- – ¿Cómo podrías ver la situación de otra manera?
- – ¿Qué puedes hacer para que esa situación cambie?
- – ¿Y si la situación no cambia, cómo podrías aceptarlo?
Antes de aconsejar, ¡Haz preguntas!
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Admitir nuestra posible equivocación
Una técnica muy buena a la hora de dar nuestra opinión es previniendo al interlocutor de que quizás estemos equivocados. Esto no quiere decir que nosotros dudemos de nuestra opinión, sino que utilizando esta técnica nos curamos de parecer “arrogantes”.
Ejemplo:
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- A ver, puede que yo esté equivocado, pero yo creo que….
- Quizás me equivoque, pero yo veo la situación de esta manera…
- Esto es sólo una opinión, pero desde mi punto de vista….
¡Sé humilde y prudente! ¡La humildad rompe barreras!
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Contar una historia
Una de las mejores maneras de dar un consejo es escondiéndola en forma de historia o metáfora.
Por ejemplo, si quieres aconsejar a un amigo tuyo que «antes de que decida cambiar de profesión decida ampliar su formación para mejorar sus conocimientos de la nueva profesión», le puedes contar una historia de alguien que estuvo en una situación parecida a la suya.
Para hacer bien todo esto, podemos utilizar las 3 técnicas a la vez.
1º Le preguntamos para que nos de su permiso de escucharnos:
– Ante la situación que me comentas, ¿puedo contarte una historia de alguien que pasó por una situación similar a que tu estás pasando? …
2º Admitimos nuestra posible equivocación
– Bien, puede que esta situación no sea exactamente igual a la que tu estás pasando, sin embargo, creo que se parece bastante…
3º Contamos la historia con nuestro consejo escondido en el relato como moraleja
– Tengo un amigo que hace 3 años pasó por una situación laboral como la tuya, también era ingeniero y trabajaba por cuenta ajena en una empresa de consultoría. Sin embargo, él igual que tú quería dedicarse a invertir en bolsa como profesional independiente. ¿Quieres saber lo que hizo? (- Sí, ¡claro, cuéntame más!) Bien, pues dejó su trabajo de ingeniero y se puso como autónomo. Pero a las pocas semanas se dio cuenta que no tenía los conocimientos suficientes del mundo financiero ni tampoco tenía habilidades comerciales para vender sus servicios de inversión.
Así pues, esto es lo que hizo (¡ahí va tu consejo): como se dio cuenta de que necesitaba más formación decidió hacer un curso de finanzas en un prestigioso instituto y buscó un coach que le ayudase a entrenar sus técnicas de comunicación y venta. ¿Y sabes qué es lo que consiguió? (Y ahora cuentas el beneficio de tu consejo), pues después de mucho esfuerzo, al haber tomado la buena decisión de seguir formándose, poco a poco fue evolucionando en su trabajo y actualmente está muy contento con su nueva profesión. En resumen, (ahí va tu consejo o moraleja), él se dio cuenta que si quería mejorar su situación laboral tenía que seguir formándose y aprender todo lo necesario para su nueva profesión …
¡Da tu «consejo» escondiéndolo en una historia!
Si practicas estas 3 técnicas seguro que te puedes volver un auténtico “Mago de la Influencia”
Pero, ¿Quién es el buen consejero? Aquel que ayuda a los demás a pensar con mayor claridad. Un buen consejero no aconseja. Un buen consejero ayuda a pensar.
Un buen consejero puede ser un amigo, un padre, una madre, un coach, un psicólogo o un jefe. El buen consejero no da consejos, lo que hace es ayudar a las personas a que se aconsejen a sí mismas.
Pero sólo cambia aquel que quiere.
Además, ¡A nadie se le puede convencer, la gente se convence a sí misma!
El mejor consejero es aquel que se «limita” a facilitar el cambio.
Me encanta en articulo, Alberto, Estoy totalmente de acuerdo. La semana pasada di un consejo y sentí que no lo había hecho bien, la otra persona no conectó y el tema era grave. La próxima vez aplicaré esto, me parece muy importante. Muchisimas gracias.
¡Gracias Chusa!